En el post anterior veíamos que, según la filosofía naturista, enfermamos cuando ante un cambio nuestro organismo genera una respuesta de desadaptación y sanamos cuando disponemos de la energía (fuerza vital) para adaptarnos a ese cambio.
Veíamos también que al trabajar sobre las distintas dimensiones que comprenden nuestro PARADIGMA VITAL personal (lo que llamamos “terreno”), podemos mejorar nuestro balance energético y ayudar a nuestro organismo a adaptarse, a sanar.
Al hablar de energía, solemos pensar en aquellos factores que, dentro de la dimensión física, nos conducen a perderla o a ganarla. Sin embargo, cada vez existen más personas que empiezan a ser conscientes de la enorme influencia que tienen nuestros pensamientos, nuestras creencias y nuestras emociones sobre nuestra vitalidad.
Pensamientos y creencias (dimensión mental) están íntimamente relacionados con las emociones y sentimientos (dimensión emocional). Por ello en este post hablaremos sobre ambas dimensiones en conjunto: mental y emocional.
DIMENSIÓN MENTAL – EMOCIONAL:
Según el doctor en Psicología Transpersonal Jose Luis Wagener, las emociones son “estados afectivos que adoptamos (automáticamente) para dar respuesta a una experiencia y que nos hacen reaccionar mediante un impulso interior con el fin de adaptarnos al mundo exterior”.
Las emociones son “energía en movimiento” que tienen una función adaptativa frente a un estímulo. La psicología cognitiva nos habla de que los pensamientos generan emociones y estas, a su vez, generan el impulso (movimiento) necesario para llevar a cabo una conducta o un comportamiento.
En este sentido las emociones no son ni buenas ni malas, son en realidad neutras (aunque si pueden parecernos más o menos agradables). La emoción de miedo, por ejemplo, puede potenciarnos si nos sirve para preparar una oposición con esmero o bien debilitarnos, si por el contrario nos impulsa a bloquearnos. Depende de cada persona y de cómo sea capaz de gestionar sus pensamientos y emociones en cada situación.
La capacidad de gestionar nuestros pensamientos y emociones se conoce en psicología como inteligencia emocional. Cuanto mejores competencias tengamos en inteligencia emocional más capaces seremos de gestionar nuestras experiencias exteriores e interiores y más capaces seremos, a su vez, de gestionar la calidad de nuestra energía.
Hablar de pensamientos, emociones y gestión emocional requiere de un protagonismo mucho mayor que este pequeño espacio, espacio que iremos construyendo poco a poco en sucesivos posts.
Por ahora diremos que las emociones se generan habitualmente (aunque no siempre) en respuesta a los pensamientos y ambos (pensamientos y emociones) son fugaces. Los sentimientos son emociones asociadas a pensamientos, duran más en el tiempo e implican una interpretación. Sin embargo, en este post cuando hable de emociones estaré hablando tanto de emoción como de sentimiento, pues en la práctica, en el tema que nos ocupa, no resulta relevante llevar a cabo tal distinción.
Cuando experimentamos emociones fugaces nuestro balance energético final no se ve afectado, estamos experimentando un mecanismo biológico de respuesta natural de nuestro cuerpo y la energía que se pierde es recuperada con los recursos habituales de generación de energía del cuerpo (por ejemplo, con el descanso nocturno). Sin embargo, cuando reaccionamos a lo largo del día de forma desproporcionada o distorsionada ante diversos estímulos haciendo que nuestra emoción se vea desbordada una y otra vez, más allá de pasar por nosotros de manera “fugaz” y cumplir su función, impactará profundamente sobre nuestra energía. Lo mismo ocurre cuando experimentamos un determinado estado emocional que, aunque no sea intenso, se mantiene en el tiempo (sentimiento). En ambos casos nuestra vitalidad puede verse seriamente comprometida. Son de este tipo de emociones de las que hablaremos.
La neurociencia nos explica cómo nuestras creencias son capaces de generar determinados patrones mentales, los cuales a su vez construyen nuestra manera de ver y de caminar por el mundo, de forma que solemos responder emocionalmente siempre de la misma manera ante determinadas experiencias. Podríamos hablar entonces de patrones emocionales. Esta fuerza emocional va construyendo nuestro tejido energético y con él, nuestro tejido físico interno del cuerpo.
En este sentido, las emociones pueden ser entendidas como avisadores. Son alarmas que “llaman a tomar consciencia sobre algo”. Por tanto, en contra de lo que se suele creer, podríamos hablar de que las emociones (ya sean para nosotros agradables o desagradables) poseen una intención positiva: ayudarnos a tomar consciencia de nuestra manera personal de reaccionar ante las experiencias que nos ocurren y de cómo se ve afectado nuestro balance energético en función de esa manera de reaccionar. En última instancia nos llevarán hasta nuestros patrones de pensamiento y nuestras creencias y desde ahí a la posibilidad de cambiarlas, de cambiar lo que SOMOS hacia lo que queremos SER (siempre que uno quiera, claro).
Más adelante hablaré de algunas técnicas para ayudar a gestionar las emociones, mientras tanto, ¿qué podemos hacer en la dimensión EMOCIONAL para trabajar nuestra energía?
- Por ejemplo, en esos momentos en los que percibimos como nuestras emociones están empezando a desbordarse, podemos hacer lo siguiente:
1.RESPIRAR: realizar varias respiraciones profundas de forma consciente y PARAR un instante. Si es posible, alejarnos unos minutos y tomarnos ese momento para nosotros. Si conocemos alguna técnica de relajación o meditación, RELAJARNOS o MEDITAR. Cuando respiramos ayudamos a oxigenar nuestro cuerpo y a eliminar las sustancias gaseosas de desecho. Esto nos ayuda a llevar a cabo cualquier cosa que vayamos a hacer a continuación. La relajación y la meditación nos ayudan a bajar nuestro nivel de emoción. Todo ello sirve para ponerle consciencia al momento presente y preparar la mente para observar.
2.OBSERVAR la emoción que estamos sintiendo en ese momento con el fin de identificarla. Si nos “grita” cada vez más fuerte es porque quizás no la estemos teniendo en cuenta o no estamos entendiendo el mensaje que nos trae. ¿Qué emoción estás sintiendo? (enfado/ira, tristeza, ansiedad…) ¿Dónde sientes esa emoción en tu cuerpo? ¿Cómo es? ¿Qué imagen mental te sugiere esa sensación? ¿Qué nombre le pondrías?
3.RECORDAR que las emociones no son buenas ni malas sino neutras y que pueden tener, si las escuchamos, una intención positiva: ayudarnos a tomar consciencia de algo.
4.HACERTE PREGUNTAS. ¿Cómo es la situación ante la que he reaccionado? ¿Qué es lo que me ha hecho reaccionar de esta manera? ¿Cómo está afectando a mi energía? ¿Y a mi cuerpo? ¿Qué pensamientos se me están pasando por la cabeza?
Para hacernos una idea, de forma general, las emociones se relacionan con los pensamientos de la siguiente manera:
– Enfado/ira (patrón de pensamiento relacionado con injusticia, con los límites).
–Tristeza (patrón de pensamiento asociado con pérdida de algo).
–Ansiedad (patrón de pensamiento relacionado con miedo, con peligro).
5.ESCRIBIR los posibles pensamientos que podamos estar teniendo.
6.OBSERVAR y RECONOCER estos pensamientos en el día a día ante distintas situaciones. Seguramente los podremos reconocer porque siempre responderemos emocionalmente de la misma manera. ¿De dónde pueden venir estos pensamientos? ¿Siguen algún determinado tipo de patrón ? ¿Qué creencias puede haber detrás de ese tipo de patrón mental?
A veces este ejercicio no se puede llevar a cabo en el mismo momento en el que la emoción aparece, bien porque estamos en presencia de otras personas y no disponemos de un espacio donde podamos parar un momento a reflexionar, bien porque el nivel de emoción sea demasiado elevado o bien porque, por más que reflexionemos en ese momento, no somos capaces de llegar a ninguna conclusión. NO PASA NADA. Siempre podemos retomar el ejercicio en otro momento y lugar en el que estemos tranquilos y podamos dedicarle ese espacio.
En el momento en el que percibimos que nuestra emoción empieza a intensificarse basta con ESCUCHARLA y RECORDAR que es neutra. Que viene a avisarnos de algo (intención positiva) y que no está ahí para fastidiarnos. Me atrevería a decir que haciendo solamente esto, será suficiente para que empiece a disminuir el nivel de emoción, lo que ayudará a evitar que podamos quedar secuestrados en un determinado estado emocional y también a que nos encontremos mejor.
- Cuando se trata de estados emocionales que predominan en una etapa de nuestra vida (más relacionados con el concepto de sentimiento) podemos llevar a cabo los mismos pasos buscando el momento adecuado para ello.
Y si sientes que tu energía se ha visto afectada por un determinado estado emocional no pasa nada. Estamos (todos) en un camino constante de exploración, de aprendizaje. Es perfecto para saber de qué manera algo que haces no funciona y para plantearte de qué otra manera diferente sí podría funcionar la próxima vez. Si has sido capaz de observarte y has tomado consciencia de lo que ha pasado con tu emoción y con tu energía ¡felicidades! porque representa un gran paso. Ser consciente no solamente te acerca a encontrar otra manera de hacer que funcione la próxima vez, sino que también te permite elegir hacer algo para reponer esa energía que has perdido trabajando desde las otras dimensiones (como por ejemplo dormir, darte una ducha, pasear por la naturaleza, abrazar a tus seres queridos, hacer meditación, etc.).
Recordemos que, como siempre, TODO ES CUESTIÓN DE ENTRENAMIENTO, DE PRÁCTICA.
Existen personas que ya están acostumbradas a observarse diariamente y a reflexionar sobre sus pensamientos, de manera que la emoción probablemente no se dispare de una forma tan descontrolada. Es probable que ya exista, incluso, cierta consciencia de cuáles son los patrones mentales que suelen conducir en su caso personal a experimentar fugas en la energía, en la fuerza vital, así como aquellos otros que conducen a fortalecerla. En estos casos el trabajo, simplemente, está algo más avanzado. Y muy posiblemente ese sea el momento de ahondar ya en las creencias. A las creencias les dedicaremos, en otros posts, el importante espacio que se merecen.
- Y, por supuesto, ahora el punto más importante: ¿Qué otro recurso se te ocurre A TI en la dimensión MENTAL – EMOCIONAL, dentro o fuera de lo que ya hemos comentado, que pueda ayudarte personalmente a trabajar tu energía?
Convivir afectuosamente con nuestras emociones es posible (y muy útil cuando uno las conoce y logra entender su función). Aprender a gestionar nuestros patrones de pensamiento y nuestros estados emocionales es esencial, pues impacta no solamente en nuestro estado de ánimo sino también en la calidad de nuestra energía y, por tanto, en nuestra capacidad de sanar.




